Las jóvenes de distintas comunidades de la región del Istmo de Tehuantepec no rebasan los 30 años y desempeñan actividades diversas relativas a la criminología, sociología, psicología, biología, enfermería, ecología, abogacía y artes plásticas; en sus ratos libres se juntan para organizar talleres, exposiciones, charlas, cine debate o marchas contra el feminicidio y a favor de las libertades sexuales.
En los últimos 10 años, mencionan, existieron ejercicios individuales y colectivos aislados, sobre todo en la ciudad de Juchitán, que no prosperaron por un tema organizativo, a diferencia de la comunidad muxe, que tiene más de 40 años organizándose para defender sus derechos y espacios públicos.
En 2006, el investigador Doroteo Mendoza intentó realizar grupos focales con mujeres lesbianas para conocer su realidad en la región, pero sólo se acercaron cuatro mujeres y el proyecto no avanzó.
Casi 15 años después, en 2020, Mexfam retomó la inquietud de mapear a las integrantes visibles de la comunidad lésbica en la región e invitarlas a talleres, el resultado fue un diagnóstico que arrojó luz sobre los problemas que atraviesa esta población, así como posibles soluciones.
“En 2020, en el primer diagnóstico sobre salud y derechos no asistieron, así que empezamos de cero apoyadas con los muxes de varias comunidades que nos contactaron con mujeres lesbianas.
“Los primeros grupos focales fueron de cuatro y cinco mujeres en Juchitán, Ixtaltepec, Ixtepec, Unión Hidalgo, pero en la última sesión mixta llegaron 20 mujeres; el número creció, pero lo más importante fueron los primeros resultados que arrojaron los diagnósticos, nos dio una idea de la realidad”, cuenta Nadxielli Martha Zharely López Pérez, coordinadora del programa social rural de Mexfam.
El diagnóstico arrojó que la mayoría de las mujeres estaban desempleadas y si tenían empleos informales no eran suficientes los sueldos que percibían, existía mucha necesidad en el rubro de salud y sobre todo la falta de atención emocional.
“Llegamos a una red que nos agrupó, nos contuvo y nos acompañó. Acá entendimos que las mujeres lesbianas no somos homogéneas, pero en la red encontramos coincidencias como la discriminación, conflictos familiares y laborales, pero que desde nuestras diferencias construimos en conjunto.
“A partir del proyecto de Fotovoz, de encontrarnos con otras mujeres que hacen arte, se comenzó con las jornadas artísticas, a partir de allí decidimos dejar la clandestinidad, decidimos que nos vieran como somos, mujeres lesbianas que quieren ocupar espacios públicos en la comunidad sin sentir miedo y sin discriminación”, explica Natalia Santiago.
Pero lo que más anhela, dice, es la creación de un espacio físico seguro donde las mujeres lesbianas reciban atención integral, desde lo sicológico hasta lo legal, un espacio de acompañamiento y lucha.