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“Yo vi a un señor que tocaba el órgano y fui a mover para echarle aire, sería en 1955. No sé si era músico, pero tocaba muy bonito, se llamaba Asunción Rojas, pero no tardó mucho en morir, tendría unos 95 o 100 años”, recuerda.

Cecilia Winter, directora del instituto, explica que estos instrumentos históricos con los que cuenta Oaxaca fueron construidos entre 1686 y 1891 aproximadamente y afirma que “recuerdan un glorioso pasado musical, cuando Oaxaca era el tercer centro musical más importante en la Nueva España, después de la Ciudad de México y Puebla”.
Lo anterior, detalla, porque estos instrumentos eran casi obligados en la construcción de las iglesias levantadas por los dominicos entre los siglos XVII y XVIII para acompañar la liturgia, como “una arma muy potente para la evangelización”. Esa es la razón por la que en el estado se conservan los órganos más antiguos del país.
“Tenemos órganos muy antiguos. La geografía ha preservado estos instrumentos porque los pueblos donde se encuentran a veces están muy aislados y los órganos se han quedado así, sin intervención, durante mucho tiempo”, explica.

El valor de dicho órgano es mayúsculo, sobre todo si se toma en cuenta que de acuerdo con Cecilia Winter muchos de los 61 instrumentos que se conservan sin restaurar están en condiciones lamentables, pues la gran mayoría son una caja vacía que ya no tiene tubos ni teclado.
“A veces están en comunidades muy despobladas, donde ya no hay músicos y el acceso es muy difícil. Nuestro trabajo ahora es mantenimiento y conservación, esperando que algún día los pueblos tengan los recursos para restaurarlos”.
Eso es precisamente lo que pasa en Tiltepec, pues saben que es prácticamente imposible lograr restaurar el órgano y reintegrarlo a la vida comunitaria, no sólo por lo costoso de la empresa, sino porque aquí, desde hace muchos años, ya no existen músicos y los jóvenes cada vez muestran menos interés en ello, lo que también pone en riesgo la preservación de otras tradiciones, como la danza.
“Nuestros abuelos nos contaban cuando tocaban el órgano, pero hace mucho que ya no suena y se está deteriorando, pero nos dijeron que restaurarlo cuesta mucho. Necesitaríamos poder hacerlo porque los niños y jóvenes ya no lo escucharon, yo tengo 46 años y no me tocó”, dice Isidra Santiago Lara, agente municipal de la comunidad.

