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Angelito sólo es uno de los 2 mil 500 infantes más que carecen de atención oficial y Sheila, su madre, fue abandonada por su pareja, quien los dejó desde hace varios años cuando se enteró de las condiciones de su hijo. Atendido el llamado de Critux en redes sociales en marzo de este año: una convocatoria para que las personas con niños especiales fueran tratadas por el neuropediatra cubano Carlos Maragoto Rizo que estuvo en la ciudad cuenqueña desde el 12 de abril y fue traído por la institución a trabajar 10 días con las familias.
Angelito llegó con una gravedad inevitable, una severidad en el cuerpo, afectado por una columna curva que le tundió por años los pulmones, afectaciones cardiacas, dificultad para tragar la comida, neumonía por aspiración, el cuerpo hinchado dentro de la delgadez de su condición inmóvil, y en la gravedad también la sonrisa, su sonrisa, la de un niño eterno en el umbral del edificio del Critux, junto a su madre, que por primera vez pudo vivir el duelo de la enfermedad junto a cientos de madres, el duelo de la discriminación, el dolor acumulado de estar sola en el mundo, únicamente con el amor por su hijo, que sufría, se sofocaba y en la noche sonreía al mirarla.
El diagnóstico y la atención especial llegó tarde. Angelito Elí de camino a Santa Teresa Papaloapan murió el 18 de abril por problemas pulmonares.
Un árbol de la vida con 54 nombres, Gabriela Delgado abre las puertas del Critux dentro de los salones de una escuela. Es la directora del proyecto mostrando los espacios adaptados, las sillas especiales, el cuarto de juegos.
Dentro de las aulas de la universidad privada que es parte de su patrimonio familiar, hay niños acostados, niñas con ramillete de cubos de colores, niños jugando con balones especiales, niñas pintando arboles con acuarela, a sus lados terapeutas vestidos de azul y rosa, los abrazan, les enseñan.

En el centro de una de las aulas, que antes fue un salón escolar de usos múltiples, hay un árbol con huellas de los primeros 54 niños que iniciaron el proyecto el 13 de diciembre de 2023. En lo alto y en el centro del árbol, las manos de Gabriela, junto a las de su hijo Leo, su pequeño diagnosticado con trastorno del espectro autista y que por él consideran madres con niños beneficiados empezó está revolución en la atención de salud en Tuxtepec.
Una revolución de exigencia y denuncia, que lleva fraguándose varios años ante la inacción de las autoridades, sostiene Gabriela Delgado. En poco menos de cinco meses afirma que Critux logró la atención de 261 menores y no se detendrá. Un espacio de niños que en su mayoría están acompañados de madres solteras.
“Ocho de cada 10 chiquitos atendidos vienen con sus mamás y han sido abandonados por sus padres, niños de 0 a 21 años tenemos, uno de 19, otro de 18, porque ellos nunca dejan de ser niños, recibimos a todos”, cuenta.
Dice Gaby que la iniciativa surgió también como un llamado para frenar el silencio sobre el tema que muchas familias tradicionales mantienen, una intención que se fraguó en la experiencia propia, cuando tuvo que andar en centros médicos del país y el extranjero, buscando la atención para su hijo y su familia tuvo que aprender a vivir con nuevos símbolos, donde lo único que podía salvarlos a todos era el amor por Leo.

“Aprendí que el autismo no es una enfermedad, es una condición médica y que, con terapia, constancia, mucho apoyo y mucho amor, los niños avanzan. Mi niño hoy habla, va a la escuela, platica, es feliz y está presente todos los días que podemos ayudar a otros niños”.
Gaby Delgado sostiene que en Critux cualquier menor es recibido en terapia individual, no importa la edad, el diagnóstico o lo que le hayan dicho antes los doctores o las autoridades.
En estos meses no sólo han atendido a personas de Tuxtepec, la ola que surgió de una reunión informal convocada en redes sociales, alcanza ahora a niños de Valle Nacional, Jacatepec, Soyaltepec, incluso de municipios de Veracruz, como Ciudad Isla o Cosamaloapan.
“'Mamitas con niños especiales, manifiéstense', fue el mensaje con el que iniciamos, llegaron 20, luego 40, después vimos la necesidad de un lugar, ahora sabemos que hay una deuda del gobierno municipal.
Los menores reciben terapia individual en áreas climatizadas dentro un edificio que está en el interior de una universidad privada. Al fondo hay tres salones saturados de niños especiales, madres sentadas en los pasillos.
“Una terapia particular tiene un costo de 600 a mil pesos la hora. En Critux reciben hasta cinco terapias diferentes en una semana de forma gratuita, la atención no sólo es física, también psicológica, conductual, de lenguaje, ocupacional”l sostiene Gaby Delgado que dice que Critux es una iniciativa matrimonial, familiar, un equipo de trabajo que se extiende a la labor de terapeutas profesionales que no cobran por su trabajo y donan sus mañanas a la atención de los menores y por las tardes se dedican a sus actividades como especialistas del dolor de forma particular.
El Critux empezó con actividades de recaudación diversas, boteo en las calles, cenas de recaudación, tocando puertas, la donación del comercio. El sueño que tiene la organización que empieza a crecer es tener instalaciones propias.
“Nos gustaría que el gobierno nos absorbiera, tener algo como el Criver de Veracruz o el CRIT de Oaxaca, como las grandes ciudades, el municipio tiene edificios para donar, nosotros podríamos mantenerlo, irlo equipando, sólo necesitamos que nos volteen a ver”, enfatiza.
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Los terapeutas y el equipo completo son poco más de 20 personas, casi todas jóvenes. Platican al final de la jornada sobre los significados de su trabajo y de las madres que llegan. Su diagnóstico es recurrente en cada uno de ellos, el problema con condiciones como el autismo es que deja a todos lastimados.
“Las familias sufren porque pierden el contacto con las amistades, con los familiares, muchas veces la familia se avergüenza, no quieren invitar a los niños a fiestas de cumpleaños, no quieren llevarlos a vacaciones familiares”, insisten.
Anuncia que volverá en octubre próximo. Las familias de los niños especiales le llevan mariachis y cartulinas dibujadas por los menores que fueron diagnosticados.
— ¿Qué es lo que más ha visto en estos días?—, se le pregunta. No hay una respuesta médica. “Es demasiado el abandono”, dice. Deja una petición que en estos momentos parece imposible.
“Ojalá que cumplan su sueño de tener un espacio propio y que la discapacidad de un familiar no acabe con las familias”.