“Pues antes no había mucho que comer, así que buscábamos insectos, larvas, hierbas y otros alimentos que ofrece nuestro bosque, para irla pasando. Aun consumimos mucho de todo eso, aunque en menor cantidad”, dice don Miguel López, con un gesto de acidez en el rostro mientras absorbe el líquido de una chinche, algo que para algunos puede ser hasta irritante y desagradable.



Para poder encontrar estos insectos, es necesario caminar unos cuatro o cinco kilómetros de distancia, hacía el bosque donde el jumil habita entre la hojarasca, en la corteza de los árboles secos o en las raíces de las plantas. Enn esta ocasión, los recolectores de chinches, principalmente hombres, caminan a las orillas de un río para atraparlos.
Los pobladores saben el lugar exacto donde pueden encontrar a los insectos, por los años de experiencia de recorrer sus bosques. “Pues conocemos cada parte de nuestros bosques, nuestros caminos, porque no donde sea se pueden conseguir”, mencionan entre risas.
Durante el proceso, prenden fuego con hojas secas y verdes, para que se genere humo y entonces los insectos salen volando. “Tiene su técnica para poder atraparlo, no sale así nomás”, dice uno de los recolectores mientras prende el fuego. Los otros están atentos para ver por dónde vuelan los chinches.
Otro de sus lugares predilectos son los platanares, y por ello con el tiempo los chinches de la montaña han ido escaseando, porque se han ido dejando en abandono las parcelas de esta fruta, señala don Miguel.

“Antes había más platanares, había más chinches, ahora como ya no han limpiado los terrenos de plátano, pues ya hay menos chinches”, explica.
“No los comemos por puro gusto, sino por el sabor. Con una tortilla caliente o blanda se le embarra el líquido”, agrega otro de los vecinos de Yosoyuxi. Esa es precisamente la característica de los habitantes de esta nación, que consume al insecto sin otros ingredientes o acompañamiento.
Otras comunidades Ñuú Savi o pueblo de la lluvia que también habitan la Mixteca preparan estos insectos en salsa, con chile y tómate; otros, en guacamole. Y a veces, agregan el líquido a los frijoles o caldos por su sabor picante.
De hecho, los chinches de la montaña y otras especies son comunes en las distintas zonas de estados como Morelos, Guerrero, Hidalgo, México, Veracruz, y los pueblos de Oaxaca no son los únicos que las consumen, pues muchas comunidades originarias, los comen como parte de su dieta diaria, en distintos platillos y presentaciones.

En alguno de estos lugares, los chinches se llegan a vender en los pequeños tianguis. Por ejemplo, en Santiago Juxtlahuaca, los jumiles pueden llegar a costar hasta 15 pesos cada uno, cuando se escasean; a veces tres por 20 pesos. Pese a ello, los pobladores de Yosoyuxi prefieren ir a recolectarlos para comerlos en familia y sólo para su consumo, no para comerciarlos.