Juchitán de Zaragoza—. Esta vez no hubo una larga fila de mujeres ataviadas con sus mejores trajes de flores impresionando a los visitantes, tampoco jóvenes montados en caballos dando regalos, ni tampoco un remolino de personas aglomeradas en las esquinas de las calles del barrio Cheguigo; en esta ocasión sólo hubo un nicho de madera en el patio de una vivienda adornado con cadenas de flores aromáticas, resguardando en su interior a San Vicente Ferrer Chico.

Foto: Roselia Chaca
El virus que nació en un país oriental no permitió que en este pueblo zapoteca los mayordomos José Alberto, Maricela y Lorenza, de la familia Sánchez Carrasco, recorrieran las calles de Juchitán al ritmo de las bandas de música y el tronar de cohetes, recibiendo los aplausos y vivas de los habitantes del pueblo, por celebrar a lo grande al santo de un pueblo que aún no logra recuperarse de un terremoto que enlutó a 65 familias y destruyó 15 mil casas.
Este año, sin portar sus trajes de galas pero visiblemente emocionados, los hermanos flanquearon por una hora al santo, respetando la sana distancia y usando cubrebocas.
Frente a ellos, una banda de música tocó varias piezas del repertorio tradicional, sobresaliendo los sones, mientras los integrantes de la Sociedad de la fiesta, personas respetables del barrio que organizan y establecen las reglas de solemnidad, acompañaron en silencio el ritual simbólico.
No hubo rezos, no hubo bailes, tampoco cervezas, sólo un par de cohetes reventados en el cielo y un aplauso prolongado de los mayordomos, que cumplen por tercera ocasión en resguardar las tradiciones del pueblo, en esta ocasión protegiéndose de una enfermedad extranjera que ha cobrado la vida de 15 personas en la región del reino zapoteca.