Chester es un pequeño cachorro de siete meses que Ana López rescató. Deambulaba hambriento, asustado, lleno de polvo y con una pata fracturada. Lo recogió en Juchitán, dos días después del sismo. 

“No sé lo que pasó, si la familia lo abandonó o si está perdido, pero no lo puedo dejar. Pregunté a los vecinos si sabían de quién era, nadie lo conoce”, cuenta.

Chester tuvo suerte. Tendrá alimento, un hogar y recibirá atención médica, pero en Juchitán y otras zonas  el desastre provocó que algunas familias perdieran a sus mascotas o que las abandonaran bajo los escombros.

“Hay perros que deambulan entre el cascajo de las viviendas, en busca de comida y agua; es posible que huyeran temerosos por el sismo y se perdieran”, dice Edgar Hernández, miembro de la asociación Topos México K-9 A.C.

Su labor como voluntario rescatista es coordinar dos refugios temporales para personas damnificadas, y organizar las brigadas de auxilio para animales en situación de calle.  Durante recorridos ha visto varios  perros amarrados, con mucha hambre.

 Sin embargo, asegura que hay familias que no se olvidaron de ellos y que buscaron a sus mascotas toda la madrugada. La dirigente del grupo “Ayuda Canina de Oaxaca”, Idalis Bautista, lamentó el desinterés de las autoridades para apoyar a los animales.

 Hasta el momento no hay un número oficial de cuántas mascotas murieron en  el terremoto, pero diversas organizaciones  se han unido para viajar a la zona del desastre y apoyar a “los otros sobrevivientes”.

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