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Desde hace 15 días comenzó las clases y asesorías. Inicia a las ocho de la mañana, de lunes a viernes; en algunas ocasiones, dependiendo de la disponibilidad de los padres, termina hasta las seis de la tarde. Rosario se adapta al horario de los tutores, ya que se requiere de su participación para manipular el celular, 98% de ellos trabajan en actividades esenciales o, simplemente, tienen la necesidad de salir a vender sus productos o prestar un servicio para sostener el hogar.

“Casi todos son obreros, mototaxistas, comerciantes, gente que no puede dejar de trabajar, así que me adapto a ellos, son pocas las mamás que están disponibles en casa y se acoplan al horario que les pongo. El primer problema que me topé fue el sistema de televisión, no es adecuado a los niños pequeños, no pueden ni tomar apuntes de nada, las clases son rápidas, el segundo obstáculo fue el horario de enseñanza, algunos niños se conectan hasta ya tarde porque sus papás a esa hora pueden”, explica la profesora zapoteca.

Otro de los problemas que se enfrentó esta maestra bilingüe es que tres de sus alumnos no cuenta con Internet ni celular, “sólo tienen el famoso chicharito”, por lo que los padres de los niños que sí tienen red se organizan para pasarles la tarea. Mientras que a cuatro alumnos no logra contactarlos, por lo que quedaron fuera de las clases provisionales.
“Son ocho mis alumnos con los que tengo problemas, tres que no tienen celular, cuatro que no se localizan y una niña que recibo en mi casa todos los días para avanzar en su regularización, porque su edad no va de acuerdo al grado que cursa: tiene 10 y sigue en segundo grado, así que a ella le doy clases completamente en zapoteco, que es la lengua en que más entiende las clases. Es una situación difícil y desgastante, pero necesito avanzar con ellos en este tiempo de confinamiento, porque al final les pondremos una calificación y yo quiero tener un parámetro”, dice.
El esposo de Rosario es Sergio Luis Cortés, maestro de la misma primaria, quien también se sumó a la propuesta de enseñar y asesorar a sus alumnos por teléfono. Aunque no están obligados a reportar a la institución sus avances, ellos llevan un control de sus clases y los progresos de los niños; aseguran que lo hacen por un compromiso a la educación, aunque las condiciones no sean las idóneas.
“Quizás, muchos no lo vean como clases, porque no lo son, pero aquí estamos ayudando a los niños, respondiéndoles a los padres en la distancia, respondiéndoles a los niños en esta crisis, resolviendo sus dudas.
Como maestros tenemos el deber moral y social de estar, en la medida de nuestras posibilidades”, comentó Rosario mientras espera que le tome la llamada el siguiente alumno.

Izae, su hijo, sostiene su celular y graba un video donde ella explica a los niños los colores en zapoteco, así como las partes del cuerpo y el saludo en lengua diidxazá. Este video lo enviará por la tarde al chat de madres de familia para que practiquen con sus hijos, para que la próxima clase expongan lo aprendido.
Rosario no sabe cómo será el regreso a las aulas cuando la crisis pase, se cuestiona si seguirán las aglomeraciones en los honores a la bandera, si será obligatorio el uso de cubrebocas y el gel antibacterial, si habrá educación física, si seguirán compartiendo mesabancos; lo que sí tiene muy claro esta maestra es que las condiciones de infraestructura de las aulas dañadas con el sismo del 2017 seguirán siendo las mismas, no aptas para los niños.