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Gabriela, de 36 años, originaria de Tlaxiaco, conoce la historia de varias mujeres de su familia que parieron en casa, incluyendo a su mamá, quien tuvo a sus dos hermanos en su hogar; sabiendo esto, decidió acudir a un grupo de parteras en la ciudad de Oaxaca para recibir seguimiento durante su periodo de embarazo.
Abogada de profesión, la madre primeriza se dedica a dar acompañamiento legal a mujeres que enfrentan procesos legales e incluso, conoce, debido a su trabajo, diversos casos de violencia obstétrica, así como violaciones a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. El ser parte de las cifras de violencia durante el parto, embarazo o puerperio, también la hizo pensar en otras posibilidades.

Foto: Cortesía
“Enfrentarse a los miedos que surgen por la información que recibes y las cosas que desconoces, hace que te dé miedo. Temía que hubiera alguna complicación si daba a luz en casa, por lo que opté, en un principio, por un hospital, aunque con las parteras iba a seguimiento”, relata.
Con el paso del tiempo, Gabriela notó algunas diferencias importantes en la atención del Centro de Salud a donde asistía al seguimiento de su embarazo. “Yo había tenido un aborto espontáneo antes... y como tenían mi historial clínico, me dijeron: ‘tu matriz está maleada’. Cuando fui tenía 35 años y por esa razón me dijeron que mi embarazo era de alto riesgo”, comenta.
Las inseguridades crecieron; no obstante, las parteras le dieron la confianza de vivir su embarazo plenamente y continuar sus actividades de forma regular, pues no había síntomas a lo largo del proceso de gestación que indicaran ningún riesgo: “Me inspiraron mucha tranquilidad en los últimos meses..., porque hay muchas cosas que los médicos no te dicen”, añade.
Con las parteras, Gabriela aprendió a diferenciar los síntomas de su cuerpo hasta el momento del parto. Las recomendaciones del grupo fueron básicas: descansar y comer bien, mientras que en el hospital le sugirieron mantener ayuno antes del parto por si una cesárea era necesaria.

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“Al final, optamos por evitar también la violencia obstétrica. En un principio, me dijeron que, debido a mi edad, era muy probable una cesárea y que éste sería mi primer y único hijo”, afirma. En contraste, las parteras le comentaron que ellas han atendido a pacientes que tienen más de 40 años.
“Ellas [las parteras] me decían que estuviera tranquila. Me revisaron y me indicaron que todo estaba bien, se quedaron conmigo”, cuenta. Finalmente, el parto se llevó a cabo en las instalaciones de Diosas de la Oxitocina, para fortalecer la confianza de Gabriela en que tendrían lo necesario para su atención, el de ella y su bebé.
“Me hicieron recordar que es un proceso natural. Nuestro cuerpo sabe parir; sin embargo, surgían dudas y miedos. En el hospital me dijeron que el niño venía con el cordón enrollado en el cuello, y yo temía complicaciones”, recuerda.
Desde 2000, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi) documenta que el nacimiento por cesárea ha crecido 38.1%. Los datos precisan que 60% son partos eutócicos y 2% restante, partos distócicos.
Al respecto, el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) documenta que en un año, en Oaxaca hay aproximadamente 20 mil nacimientos y 11 mil cesáreas.