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Geno tenía cinco hijos cuando su pareja le propuso que se embarazara de nuevo; si tenía un hijo me daba una tierra y si tenía una hija me regalaba una casa. “Me aventé con el sexto y tuve un varón”, relata.
Doña Geno, quien tiene 62 años, desde niña estuvo inmersa en las labores del campo, porque su padre, quien era ejidatario, se la llevaba a los barbechos en los cultivos de temporal. En su juventud decidió apartarse del campo y trabajó como costurera, obrera y hasta se fue seis meses como migrante a Estados Unidos.
Cuando retornó a Trancoso se empleó como obrera para sacar adelante a sus cinco hijos —siempre fue madre soltera—. Entonces tenía una pareja, quien le propuso tener un hijo, le dijo que si era varón le compraría tierras y le ponía casa.
Geno se la jugó, pues le tenía cariño a su pareja. Así se convirtió en mamá de un niño y en ejidataria; posee tres hectáreas de riego y ocho de temporal.
En febrero, de nueva cuenta decidió postularse en la planilla de la Comisión de Vigilancia, aunque en un primer momento no se lo permitieron, ya que estaban integradas por puros hombres. Sin embargo, ésta fue revocada por no aplicar la equidad de género y se tuvo que volver a convocar con 60% hombres y 40% mujeres.
Así, doña Geno nuevamente tuvo que alzar la voz por los espacios de las mujeres.
Con una gran sonrisa menciona que las mujeres valen igual que los hombres en todos lados y en todos los espacios, porque no se trata de desplazarlos tampoco, sino de demostrar que ambos tienen las mismas capacidades.