Aunque no consiguieron ningún premio en Estados Unidos, cumplieron con la meta: llegar a su primer competencia internacional creando un avión desde cero, sin clases en la UNAM sobre aeronáutica ni patrocinadores suficientes.
Así iniciaron el diseño y manufactura de su siguiente aeronave, Leviatán, un modelo a escala muy parecido a una avioneta. Con él ganaron el primer lugar en el rubro de vuelo y el tercer lugar general en SAE Aero Design México 2017. Un año después, con el modelo Horus, obtuvieron el segundo lugar en presentación técnica, en Guanajuato.
Las aeronaves que desarrollan son más grandes que un dron y más pequeñas que un avión. Para su construcción aplican los mismos cálculos que emplearían para diseñar los aeroplanos en los que viajamos.

José Ángel desea que México se convierta en una potencia en la industria aeronáutica. “Es cuestión de que nos quitemos la idea de que lo mejor es extranjero”, asevera.
Según el informe Pro-Aéreo 2.0 de la Secretaría de Economía de 2017, “México ha demostrado su potencial en el sector aeroespacial. En los últimos años han incrementado estas empresas en el país, por lo que mantiene una perspectiva favorable”. Esta industria ha alcanzado exportaciones superiores a los 7 mil millones de dólares y aporta 2.9% del PIB, según la Cámara Nacional de Aerotransportes.
Su taller está en el anexo de la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Allí trabajan en un ambiente ruidoso, rodeados de máquinas y de estrepitosos golpes. En lo alto de una pared ostentan, como un trofeo del que se enorgullecen, las alas del Leviatán.
Sobre una mesa hay un equipo trabajando en moldes. En otra, varios jóvenes reunidos laboran en sus computadoras en programas de modelaje y diseño, mientras un chico arma una cámara diminuta, del tamaño de un sacapuntas, que transmitirá una imagen a todo color en un televisor.
En Aero ningún nombre es más importante que otro. Ser capitán o cabeza de sistema no significa superioridad, reconoce Ángel. Se identifican más como una familia que como compañeros. A veces pasan más tiempo conviviendo juntos que en sus casas, cuentan.
Aero Design se sustenta por patrocinios. “Es difícil”, explica Karina Roedel, estudiante de Administración, “por temporada contemplamos cien empresas, de las cuales logramos contactar de cero a dos.
“Es frustrante que los patrocinadores no estén interesados porque nos ven jóvenes y sin experiencia”, recuerda Carolina. Hubo veces en las que tuvieron que poner de su dinero para impulsar el proyecto. Es de carácter estudiantil y por ello no pueden vender sus ideas o lucrar con su trabajo.
Ahora el equipo está construyendo su próxima aeronave, aún sin nombre. Ángel sonríe. Crecen sus ambiciones: van a incursionar en la categoría avanzada de SAE internacional. Esta categoría no existe en México, por lo que irán a competir a Estados Unidos y, posteriormente, a Brasil.