Llegaron sin saber que siete municipios de la región Costa pasaron a semáforo rojo un día antes, el 9 de agosto; entre ellos, el municipio que tiene el control de la mitad de las playas de Puerto Escondido: Santa María Colotepec, donde se encuentran hospedados. Buscando alternativas de comida y entretenimiento, se acercan a la guía.

Aquí las playas están abiertas con un aforo de 300 personas con cubrebocas.
A diferencia de bahía Principal, que luce sin gente y con una hilera de barcos varados, o de Zicatela, que sólo se quedó con altas y embravecidas olas, la pequeña bahía de Carrizalillo está saturada de surfistas extranjeros que encontraron en este espacio la opción para practicar sin ser molestados por la autoridad.
Luis, uno de los instructores en Zicatela y Punta Zicatela, se movió hasta Carrizalillo para practicar y ganar algún cliente. La situación es crítica para él y sus compañeros, ya que antes del cierre lograban entre 500 y 700 pesos por día en clases.

“Sí nos pegó mucho [el cierre de playas], porque en la otra playa teníamos mínimo dos clases al día, sacábamos algo. Llevamos tres días de cierre y no tengo ninguna entrada. Vine a Carrizalillo a ver y practicar porque aquí vienen los surfistas que ya saben y no los que buscan aprender. Cuando la crisis está fuerte regreso a la pesca, muchos regresamos para sobrevivir”, explica el joven antes de tomar su tabla y lanzarse al mar.
Para la Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles de Puerto Escondido no hay límites geográficos en el destino de playa cuando se trata de pérdidas y colapso por la crisis sanitaria, pues todos pierden, lo mismo Colotepec que Mixtepec.

Walter Guillermo Ríos, presidente de la asociación, refiere que previo al anuncio del cierre de playas en la Costa se tenía 40% de ocupación hotelera en Puerto Escondido, para luego caer hasta 20% en pleno verano, que suele ser época de recuperación para subsistir los meses bajos, septiembre y octubre.
“El cierre nos vino afectar, aunque la mitad de Puerto Escondido está cerrado y la otra no, la gente sólo identifica un solo Puerto Escondido. Nuestra esperanza es recuperarnos en diciembre, con un 40% de ocupación, como el año pasado. Vemos lejano regresar a los 97 millones de pesos de derrama económica que tenía el destino antes de la pandemia, ahora es hasta difícil llegar a los 35 millones de pesos”, explica.
Los hoteleros y prestadores de servicios han expresado su desacuerdo con el cierre de las playas sin socializar la propuesta, ya que el anuncio ahuyentó al turismo y algunas aerolíneas cancelaron vuelos. Aun así acataron las medidas, sin apoyos federales ni estatales, argumenta Ríos.
“Se pudo socializar el tema para no lesionar más la economía, por ejemplo, que todos los espacios tuvieran sus protocolos y los aplicaran; que se sancionara al que no lo respetara. Que las playas se abrieran en ciertos horarios y con varias medidas. No estamos del todo de acuerdo, pero estamos respetando con los daños a la economía”.

Antes de la pandemia, Puerto Escondido era destino preferido de canadienses, y ahora el turismo es más nacional: de Ciudad de México, Puebla, Oaxaca, Veracruz, Monterrey, Guadalajara y Coahuila, porque se alejan de destinos saturados como Cancún o Acapulco.
Para Gina Machorro, el turismo nacional se ha transformado, ahora es nómada; son jóvenes los que más viajan haciendo home office, sentados en cafés con internet, aunque esto dejó al descubierto la deficiente conectividad del lugar.
El turismo religioso, dice, también cambió, sobre todo el que se dirige a Juquila y hace parada en Puerto Escondido, ya no espera hasta diciembre para viajar, lo hace meses previos a la celebración masiva.
