Es un lunes de trabajo en el proyecto comunitario que se sostiene con el voluntariado de personas que donan, preparan o reparten alimentos, según sus posibilidades.
Para este día, el menú que será repartido a 100 personas consiste en sopa de lentejas, frijoles y arroz, que se prepara en una casa en la colonia Primera Etapa, identificada como el más reciente centro de operaciones del proyecto sin fines de lucro y uno de los pocos que ha brindado una mano a los extranjeros en tránsito que cruzan el territorio oaxaqueño.
También a cargo de la cocina, cuenta que la iniciativa nació en la pandemia, cuando las personas sin empleos fijos, principalmente disidentes sexuales, se quedaron sin empleo, sin hogar y muchas de ellas, sin comida.
En ese entonces el objetivo principal fue ayudarse entre sí y que todas las personas que lo necesitaran tuvieran un plato caliente de comida.
Desde sus inicios, La Comedora se sostiene del apoyo mutuo. Son las donaciones las que permiten que la comida caliente y preparada con amor y ganas de ayudar, llegue a quienes tienen hambre. Recientemente, los esfuerzos se centraron en atender a extranjeros en tránsito, quienes han encontrado prácticamente ayuda nula en la capital.
Fue en diciembre, cuando La Comedora comenzó a recorrer las zonas donde se concentran personas migrantes para compartir comida; sin embargo, ante el incremento del flujo de migrantes, brindar alimentos ya no fue la única tarea de las personas que se suman voluntariamente, semana a semana a preparar y repartir comida.

A su paso por territorio oaxaqueño, para las y los migrantes las violencias se recrudecen pues existe rechazo colectivo ante su presencia, aunque repitan una y otra vez que su intención no es establecerse en este suelo.
La Comedera lleva alimentos a estos puntos al menos dos veces por semana y sus integrantes están convencidos que en las últimas semanas el flujo de personas se ha disparado. "Queremos hacer muchas cosas y llevar comida más días, pero por el momento el apoyo que recibimos nos permite recorrer las terminales y la Central dos días a la semana", indica Fili.

Aunque no es un trabajo asalariado, para Fili y las personas que le acompañan esta labor les implica jornadas completas donde la recompensa es haber ayudado a las personas que lo necesitan, principalmente a las infancias. "El trabajo comunitario, en el lugar de donde vengo, es una forma de sobrevivir", afirma.
Las experiencias con infantes son las que más han impactado en la labor de La Comedora, pues quienes se suman a la tarea de llevar comida a la central de Abasto y terminales de autobuses son movidas principalmente por las y los niños, quienes duermen a la intemperie y comen lo que pueden conseguir.
Fili señala que todas las personas que tuvieron que dejar sus lugares de origen, sin importar la distancia o la razón, son migrantes y comparte que en su caso lo vivió cuando llegó a la ciudad siendo adolescente, para continuar sus estudios; reconocerse como migrante es una de las razones que le motivó a emprender la tarea de ayudar a otros en esa situación.
Es por ello que quienes han llevado ayuda lamentan que no exista ninguna iniciativa gubernamental con carácter humanitario que pueda ofrecer a las y los migrantes un lugar para comer o dormir, un lugar seguro para que niñas y niños no permanezcan en la calle, sobre todo porque ha sido la decisión del gobierno federal la que desató esta situación.
Desde La Comedora, Fili exhorta a la población a la empatía y la solidaridad de personas que enfrentan situaciones de dificultad, tuvieron que abandonar sus hogares y viven situaciones violentas a su paso por Oaxaca.
"Si mínimamente pudiéramos escuchar sus historias y entender que nadie tiene por qué pasar hambre, la situación cambiaría", afirma.
