La pareja se ve al menos dos veces a la semana para platicar, jugar lotería, ver películas o series en la televisión, van al cine y todos los domingos acuden a misa.
Con coquetería, en la mano derecha Carmelita luce un anillo de oro blanco que le regaló su novio, le gusta peinar su cabello, que la vea bonita.
Todo empezó la víspera de sus 15 años; le pidió que fuera su chambelán. La convivencia fue más intensa entre preparativos, ensayos del vals, la ceremonia religiosa y la fiesta que tanto anhelaba. Ese día fue muy especial, disfrutó la celebración y se pusieron de novios.
Carmelita comenta que sus encuentros son muy agradables porque su novio es muy amable, le lleva muchos regalos, a veces dulces, una flor o un peluche.
La joven de rostro infantil dice que los detalles románticos suceden a menudo, todo es motivo de festejo.
Sus padres están de acuerdo, pero aún no se ha realizado la pedida de mano formal.
“Yo quiero mucho a mi hija y todo lo que ella decida está bien hecho, yo quiero que sea feliz, la ley no tiene nada que ver cuando hay amor”, refiere el señor Bernardo Martínez Quijada, anticipándose a la existencia de algún impedimento legal para que se lleve a cabo la boda. Pues Sonora es de los pocos estados que permiten la boda entre menores de edad, no así entre parejas con síndrome de Down.
El matrimonio Martínez Becerra externa plena alegría al contemplar a su hija ilusionada y feliz con su noviazgo. Coinciden que están preparados para recibir un nuevo hijo en casa —Pablo Alejandro—, ya que los acogerán en el hogar; sus tres hijos mayores ya están casados y su princesita —como le llaman—, todavía los necesita.
De acuerdo con la ciencia, la mayoría de los casos de síndrome de Down ocurren por la llamada trisomía en el cromosoma 21. La población posee, en condiciones normales, dos copias de éste, uno heredado de la madre y uno del padre durante la reproducción sexual.
Blanca Estela González, madre de Pablo Alejandro, comenta que al principio pensó que el amor de esta feliz pareja era una fantasía, pero ahora sabe que es un sentimiento serio, ve lo enamorado que está su hijo y la angustia que sufre cuando no sabe de Carmelita.
Añade: “No hemos hecho la formal pedida de mano, pero ellos se dicen prometido y prometida, y eso son para nosotros”.
“Tienen todo el derecho a ser felices, tienen sentimientos como cualquiera”, coincidieron los padres de los jóvenes, quienes sonrientes celebraron la comunicación que tienen desde que despiertan, con los constantes mensajes de audio y video que se envían.
Los padres están preparándose para hacer una boda al gusto de los novios, será una celebración sencilla para familia y amigos, “pero que quede claro que no queremos ayuda de nadie, un gastito sí lo puedo hacer”, dice orgulloso el señor Bernardo, papá de Carmelita.