“Si no construimos algo como jóvenes, más adelante puede ser más difícil”, comenta Fredy, quien confía que el arte urbano se vuelva el canal para transmitir la cultura y crear escenarios positivos.
El deseo de volver a tomar las bardas regresó, ahora con la intensión de crear murales. Los jóvenes comenzaron a finales del año 2016. La iniciativa fue ignorada al principio, pero algunas familias permitieron la intervención de sus muros, sin que el proyecto hiciera mayor eco.
Pese a esa experiencia, el proyecto se replanteó, fijaron objetivos y coincidieron que más que un asunto de egos personales por plasmar sentimientos propios debía enviar un mensaje a la población. Transformar los ambientes abandonados en espacios que sean motivo de alegría, destacó Fredy.
“Teníamos dos caminos, visibilizar lo que cotidianamente vivimos [violencia] y que se mantengan ahora en pintura esos escenarios o darle a la gente un paisaje diferente; nos fuimos por la idea de regalar color a la vida”, expresa.
Fredy cuenta que mientras pintaba uno de los murales más recientes, reflexionaba que “si se mostraran más pinceles a niños y jóvenes, tendríamos una sociedad que pensara más en crear y menos en destruir”.
El proyecto inició con recursos propios para las pinturas y ofrecer alimento a los artistas; después, algunas empresas y asociaciones apoyaron con recursos o descuentos para la compra de materiales.
Para sostener el proyecto, los jóvenes, pintores, fotógrafos y estudiantes idearon vender playeras con estampados de sus murales, el objetivo es claro: darle color a cada rincón posible de Tuxtepec.