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Cruz Alvarado señala que desde 2010 las autoridades conocían la situación del árbol que se desgajó en El Llano, pues él mismo presentó un análisis del estado del “Higo del valle del generalísimo José María Morelos y Pavón”, donde informaba de la existencia de una plaga en el árbol. Aunque el ejemplar fue intervenido, asegura que el tratamiento fitosanitario fue inadecuado, lo que contribuyó a su deterioro.
Esto significa, detalla, que por cada árbol derribado, no sólo se pierde el oxígeno y la sombra que proporciona, sino que además especies animales como aves, mamíferos e insectos se quedan sin su hábitat.

Los registros históricos aseguran que el Higo de Morelos, el árbol que se fragmentó el domingo de Pascua fue sembrado en 1812, cuando José María Morelos y Guadalupe Victoria, el primer presidene de México, plantaron árboles en esta ciudad durante un acto religioso, en honor a la virgen de Guadalupe.
Como este árbol existen otros 40 ejemplares históricos, pero sólo 22 han sido reconocidos como notables por el gobierno de Oaxaca. Entre ellos también destaca una ceiba ancestral en San Bartolo Coyotepec, ejemplar de cuyas tres principales ramas dos colapsaron en 2015.
De esos 22 ejemplares notables de Oaxaca, considerados así en 1993 y 2009, el más antiguo es el Árbol del Tule, un ahuehuete con más de 2 mil años de edad, 650 toneladas de peso y 43 metros de altura, características que lo han convertido en atractivo turístico en la entidad.

El segundo más añejo está ubicado en la ciudad de Oaxaca; se trata de otro ahuehuete plantado hace más de 600 años en la antigua estación del ferrocarril.
Los otros árboles legendarios se encuentran en municipios como Santa María El Tule, San Sebastián Tutla, San Pablo Güilá, San Juan Teitipac, Tlacolula de Matamoros, San Francisco Lachigoló, Santa Ana del Río, San Bartolo Coyotepec y San Isidro Zautla. En la capital, además de los que hay en el parque El Llano existen ejemplares en el barrio de Jalatlaco, y la calzada de la República; la mayoría de ellos son ahuehuetes, ceibas, higos y laureles.
Lo que ponen en riesgo la vida de estos árboles, explican los ambientalistas, es la falta de adecuados tratamientos y cuidados, pues para la conservación de estos ejemplares, y del resto del arbolado, es necesario implementar medidas de cuidado y atención de plagas con personal especializado; así como contemplar su protección en los proyectos de desarrollo y construcción para no destruirlos, señala el arborista Jorge Luis Cruz Alvarado.
¿El planeta qué culpa tiene?, ¿Y los árboles?”, cuestiona el pintor Francisco Verástegui ante el daño que los humanos causan a la naturaleza, inquietud que lo llevó a impulsar la preservación del patrimonio vivo en Oaxaca.
Su lucha inició en abril de 2005, cuando un emblemático laurel del zócalo de la capital colapsó, pues durante un programa de embellecimiento al Centro Histórico fueron dañadas sus raíces. Fue entonces cuando él y otros ciudadanos empezaron un movimiento por la defensa de los árboles.

Al caer el laurel se organizaron y rescataron una parte del árbol y se decidió preservarla mediante el arte para así no desecharla como basura. Desde entonces, varios artistas se han sumado a la iniciativa y se han dedicado a transformar la madera extraída de la poda de árboles notables en esculturas y grabados.
Durante 13 años artistas como Francisco Toledo, Guillermo Olguín, Moisés Nava y el propio Verástegui han reutilizado la madera en piezas artísticas que se venden para así recaudar fondos que costeen los programas de conservación que han impulsado. En 2013 los creadores tuvieron su primera exposición colectiva en la capital y actualmente exponen en la zona arqueológica de Monte Albán.

“Es un acto maravilloso, hermosísimo, ver como algo que podía considerarse basura se convierte en arte, en algo que transmite una sensación positiva, de conservación, es una acción de reducir, reutilizar y reciclar”, dice Verástegui, quien desde niño ama a los árboles, pues se dedicaba a plantarlos con su familia.
A la fecha, han creado piezas con la madera extraída de las podas de tres árboles notables: el laurel que cayó en 2005 en el zócalo, El Tule, y otro ahuhuete sembrado en la antigua estación de ferrocarril. De esos ejemplares aún conservan madera para crear más piezas.