
Estudió hasta la secundaria, al igual que la mayoría de sus hijos; sin embargo, espera que el menor de éstos continúe su preparación y tenga una mejor calidad de vida.
“Nos enseñan nuestros papás, desde muy chicas nos dicen cómo sembrar, cosechar y limpiar los terrenos”, acota Lucina.
En Peñoles, la tierra sólo es propicia para la siembra de maíz y en ocasiones de frijol. Por ello, la dieta se compone de tortillas y frijoles, el menú de la mayoría de los días está compuesto de nopal cocido en el fogón, salsa y tortillas.
La realidad es similar para la mayoría de las familias de la comunidad que, de acuerdo con el informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), forman parte de los 53.4 millones de pobres en el país.

En su hijo menor, Israel, deposita todas sus esperanzas. Es el único que ha seguido estudiando. Mientras el resto cursó la primaria y secundaria, él quiere estudiar mecánica para corregir los errores que cometió su padre al irse y abandonar a su familia.
A un año de culminar su educación media superior, ha pasado las materias, pues está consciente de que un examen extraordinario requiere gastos que no podría cubrir.
No piensa en ir a la universidad, pues los ciclos escolares requieren grandes cantidades de dinero; no obstante, planea buscar un curso al culminar el bachillerato para, de ser posible, emplearse en la capital del estado y poco a poco juntar recursos para abrir su propio taller.
