Águila de dos cabezas, en referencia al ave representativa de los huipiles ojitecos, es el nombre del grupo de cinco artesanas que desde hace poco más de dos años comenzaron a trabajar en nuevas formas en las que pudieran mantener vigentes sus prendas, así como venderlos de forma inmediata a precios más accesibles.
Pero hacerlos para vender ya no es redituable, como lo era todavía hace una década, asegura María Ortega Muñoz, integrante de Águila de dos cabezas, mientras costura con maestría los lienzos de tela para las blusas que desde hace casi tres años elaboran como una opción a la vida cultural y económica.
El dibujo de la mujer ojiteca porta un vestido bordado con el huipil chinanteco de la comunidad, sus cabellos se forman con suaves hilos de algodón, mientras que los detalles del rosto y la piel se pintan.
El trabajo no es sencillo, realizar una blusa de este tipo implica la labor de todas, de quien corta, cose, borda y pinta; además de por lo menos 30 horas de trabajo para concluirla, lo cual, en comparación a la elaboración de un huipil que se lleva entre tres y seis meses, resulta más rentable.
Las artesanas calculan que al mes realizan unas 15 en promedio, de las que al menos 10 logran venderse. Esos resultados motivan a las mujeres a continuar con este trabajo.
Pero la inquietud por resaltar los textiles chinantecos las orilló a experimentar con otros artículos, como gorras, cojines, llaveros, entre otros.
Pero las artesanías que más llaman la atención de los compradores son las muñecas de trapo, mismas que hasta el momento son principalmente adquiridas por personas foráneas.
“Una vez vi que en (Ciudad de) México vendían muñecas similares que representaban a otros estados, pero no vi ninguna de Oaxaca, entonces se me ocurrió que podíamos hacer una que nos identificara como chinantecas de Ojitlán”, expresa María, quien tiene el sueño que sus muñecas se conozcan en todo el país.
Gustos y disgustos. Mientras Irene pinta, Diana borda y Zenaida costura; María dice orgullosa que el trabajo de Águila de dos cabezas no sólo fue de impacto para sus integrantes, sino que a partir de esta labor en equipo otras mujeres de la comunidad han comenzado por cuenta propia a retomar el bordado y a vender blusas similares.
Para ellas, más que competencia se trata de una reactivación económica para las mujeres de la comunidad, quienes acuden a las poblaciones cercanas a vender sus productos o desde sus propias casas, entre la misma población.
Además, de forma indirecta, las mujeres de águila ofrecen trabajo a otras artesanas para la elaboración de lienzos de telar o bordados.
Quienes todavía reconocen las nuevas técnicas en las prendas, como parte de una identidad cultural, son las ancianas de la población, afirman las artesanas provenientes de una tercera y cuarta generación de tejedoras.
Caminar solas. Con un pequeño taller y una tienda de sus productos, las mujeres de la agrupación se sienten capaces de continuar su trabajo con la mano de obra de cinco mujeres y sin más apoyo económico proveniente de programas federales.
Ellas recibieron por parte de la CDI un monto total de más de 260 mil pesos, con los que adquirieron hilos, pintura, máquinas de coser entre otras herramientas e insumos, así como para construir un local para la venta de sus artesanías textiles.
Las artesanas trabajan en equipo tres veces por semana para crear lo que les sea posible, sin desperdiciar ningún lienzo sobrante.
Ellas confían que a través de esta labor las personas de cualquier parte de México o el extranjero se interesen por visitar San Lucas Ojitlán, comunidad a unos 50 kilómetros al oeste de San Juan Bautista Tuxtepec y con una población de más de 20 mil habitantes.