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Evangelina Reyes, madre de un niño del grupo, empezó a cocinar con energía solar desde hace tres años; actualmente, participa en un proyecto piloto de hornos solares, que impulsa la economía y el reconocimiento comunitario.
En clase, los niños observan atentos el proceso de preparación de un pastel y participan para integrar los ingredientes. La olla es colocada en el patio y cocerá el pastel en un lapso de cuatro horas, dependiendo de la intensidad solar.
En un principio, la SHE pensaba hacer el proyecto en África pero, al conocer el trabajo de Lorena con el primer prototipo y la forma de vida de las comunidades oaxaqueñas, lo impulsaron en Tlacolula. En agosto pasado se inició con la primera etapa, cuya meta es la distribución de 50 ollas; aunque el sismo frenó las tareas, fueron retomadas en octubre.
Las promotoras de cada comunidad se encargan de mostrar y vender el horno a las amas de casa, además les brindan la capacitación necesaria para el uso del prototipo, por lo que también reciben comisiones por cada venta.
Las ollas se monitorean mensualmente para constatar su efectividad. El plan a mediano plazo es la apertura de una fábrica en Oaxaca para ahorrar costos de envío y la manufactura externa.
Como parte de la segunda etapa serán distribuidos 100 hornos más y posteriormente 200 a través de las promotoras.
En próximas fechas, a través de organizaciones, se entregarán ollas a mujeres de Ixhuatán.

Aunque el uso de los utensilios solares ha representado un ahorro en gas y leña, también ha propiciado un choque cultural. La adopción del horno no ha sido fácil, reconocen las usuarias, pues muchas se han enfrentado a su familia ante el desconocimiento del artefacto.
A pesar de los beneficios y ahorros, se rumora que su uso es dañino para la salud, lo que ha dificultado la distribución.
“Yo, nada más cocinaba arroz con leche y tostadas en la olla... pero con el tiempo, con la asesoría de Lorena, hemos podido adaptar recetas”, indica Bibiana.
Aunque el horno incluye un recetario, la diversa cocina oaxaqueña orilló a las amas de casa a preparar más platillos, hoy hacen desde frijoles hasta carne.
“Ahorras gas, ahorras leña... y puedes hacer muchas cosas mientras tu comida se está cocinando. La única diferencia es que hay que meter todos los ingredientes al mismo tiempo”, dice Eva.
“Mi esposo dice que la comida está más rica, no pueden creer la diferencia del sabor de la comida, en la olla solar, se conserva el sabor más intenso”, admite Bibiana.
Con las ollas solares, sostiene Bibiana, el gasto de gas se reduce a la mitad y no es necesario pagar cuota por cortar leña en los montes.
En Díaz Ordaz unas 10 mujeres ya iniciaron la adopción de su horno solar, aunque Bibiana y Eva aseguran que la transición de un método de cocina a otro es lenta.
El sabor también cambia, pues se requieren pocas cantidades de agua para cocinar. “Cuando hay sol ocupamos la olla, pero si no hay mucho, completamos el proceso con gas, pese a ello el ahorro es grande”, resalta Eva.